Quería salir del país y viajó a Estados Unidos para trabajar en un campamento de verano: Conoce la historia de Gala

Gala en campamento de verano
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Por casi cuatro meses, Gala pudo vivir y trabajar en un campamento de verano cerca del área de Boston, Estados Unidos

¿Quieres conocer en profundidad esta experiencia de película? Sigue leyendo esta entrevista de Vivir Afuera.

¿Cómo llegaste a trabajar en un campamento de verano en Massachusetts, EEUU?

Yo siempre digo que me fui de casualidad. Trabajar en un campamento no era algo que estaba en mis planes, ni siquiera lo estaba buscando o haciendo averiguaciones al respecto.

Una noche estaba en mi casa, con música de fondo, y pasó la canción “Aguarrás” de Vane Butera. Mientras la escuchaba pensé: “Si, necesito irme”. En ese momento, no pensé que “irme” iba a ser literalmente irme a otro país. Para mi era la necesidad de hacer otra cosa, de parar de estudiar, de conocer otra gente porque sentía que no aguantaba más si seguía como estaba. 

Me puse a buscar otros cursos o talleres para seguir estudiando mientras encontraba el camino. En esa búsqueda, me apareció un cartel gigante en Facebook que decía “SUMMER CAMP”. El anuncio decía que las inscripciones eran hasta el 25 de febrero… y ya era 26. 

Me animé y mandé un mail —más para ver qué pasaba que otra cosa—. Me respondieron y me dijeron que me podían extender la fecha límite de inscripción unos días más, hasta el 28. En el mail me decían que “lo piense”. Lo hablé con mis papás. A mi mamá no le gustó mucho, pero mi papá me dijo que sí, que lo haga. Yo no estaba buscando trabajar en un campamento de verano en Estados Unidos, se dio así, y así decidí hacerlo. 

cómo es trabajar en un campamento de verano en Estados Unidos

¿Cómo fue el proceso hasta viajar a Estados Unidos para trabajar en un campamento?

Desde que te anotás hasta que te vas, hay muchos trámites que podés hacer con tiempo. Como yo me anoté a último momento, corrí con todo. Me acuerdo que el mismo día que me inscribí me hicieron la primera entrevista. Era presencial y el momento en el que ellos te contaban cómo era la experiencia, cómo se manejaban. 

Era todo muy claro, lo sentí muy transparente en términos de organización y de la información que te daban sobre cómo sería vivir y trabajar en un campamento. Después, tuve una entrevista virtual, con la misma gente del programa de acá de Argentina. Finalmente, tuve una entrevista con la gente del camp

Todo esto fue en tres días. Yo estaba inscripta pero todavía no sabía si iba a viajar y ya estaba teniendo la entrevista de allá para trabajar en un campamento. Era un camp judío y la entrevista fue con uno de los rosh, que es como la cabeza del lugar. Él me contó cómo era trabajar en un campamento y yo le entendí la mitad. Me acuerdo que le quería decir que yo iba al templo pero no sabía cómo decirlo. La palabra más clave de todas no sabía cómo se decía. 

Me dijeron que “en esos días me contactaban”. Durante la semana me llegó el mail para avisar que habían encontrado un rol que podía ser para mi, y que el 16 de marzo se iban a comunicar para confirmarlo. 

Sin demoras, el 16 de marzo me confirmaron la oferta. Mi rol era trabajar en gan, un espacio para los hijos de los adultos que también iban a trabajar en un campamento, pero que no tenían edad suficiente para ser campers y sumarse a las actividades generales. 

A partir de eso, me empezaron a mandar una serie de mails con la información para la visa, para sacar un apto físico-psicológico, etc. Todo lo que me pedían lo tenía que hacer en español acá y traducirlo antes de enviarlo.

Cuando vas a hacer la visa y todos los papeles te indican que no pongas que es Work & Travel. Esta experiencia es parecida pero no es exactamente un Work & Travel, pero tampoco era con visa turista, sino que sacabas otra categoría. Al principio, me tuve que encargar de hacer tres pagos al camp. La visa también la pagué yo y además hice una reserva del aéreo. Todo eso me lo devolvieron allá.

Dentro del camp no tenes que pagar un peso. Yo fui a trabajar en un campamento de verano pero en verdad era un voluntariado con todo pago. Comida, alojamiento, lavandería, nada lo pagás vos. Solo se gasta dinero en los días libres, dependiendo a dónde vayas y qué hagas ese día.

Cuando llegué, tuve una semana de adaptación antes de comenzar a trabajar en un campamento. Era muy necesaria esa semana porque el complejo era enorme. No fue fácil entrar en un espacio tan grande. Si no lo conocías te perdías a los dos minutos. Todo era al aire libre pero al mismo tiempo te tenía “encerrado” porque no podías salir.

En esa semana tuve diferentes capacitaciones. Algunas eran las típicas del rubro, más de mi rol específico. Yo tenía dos roles para trabajar en un campamento, era una situación muy común entre los extranjeros. De día era gan y de tarde estaba a cargo de cuidar a las niñas que dormían en mi cabaña. En la misma cabaña, vivíamos 11 niñas, 3 jóvenes y yo. Las otras 3 chicas eran como las profesoras de ese grupo de niñas.

Hubo otras capacitaciones que se hacían por el choque cultural. En Argentina, también trabajo con niñas y niños. Si, por ejemplo, alguien se cae y se lastima, se lo puede abrazar y reconfortar. Allá no se puede tener menores encima, hay toda una cultura con respecto a su cuidado que es totalmente diferente. Son mucho menos afectivos. Tuvimos un par de capacitaciones de qué hacer si nos quedábamos a solas con un niñe.

Algunos encuentros fueron en Argentina, antes de irnos. Por ejemplo, tuvimos una capacitación con familias. El objetivo era que nuestros padres conocieran a la gente del camp y tuvieran un contacto por cualquier cosa. 

De todos los jóvenes que íbamos a trabajar en un campamento, otra chica y yo éramos de las más grandes del programa. con otra chica. Nosotras teníamos 21 y 22 años, mientras que el resto estaba entre los 18 y los 20. Como allá la edad legal para tomar alcohol es 21 años, también nos capacitaron para saber qué hacer si venía alguien y nos pedía que les compremos para tomar. A pesar de estar en la edad permitida, nosotras tampoco podíamos tomar dentro del camp.

Pero, también, tuve algunas capacitaciones me resultaron muy extrañas y ajenas. Por ejemplo, qué hacer si aparece un francotirador o si tiran una bomba desde un helicóptero al campamento. Me acuerdo de haber preguntado cuál era la posibilidad, de 1 a 10, que eso pasara… y la respuesta fue entre 6 y 7. 

¿Cómo era el día a día de trabajar en un campamento?

Era muy interesante. Yo me levantaba en mi cabaña y con las otras chicas levantábamos a las nenas. De ahí, nos íbamos a hacer el rezo de la mañana. Para mí era una cosa totalmente distinta, en mi mundo no me levantaba a las 8 de la mañana y me iba a rezar. 

Luego, también con mis compañeras de cabaña, nos íbamos a desayunar. Después del desayuno, esas nenas iban a hacer sus actividades y yo me iba con el grupo de gan, que eran más chiquitos. Con ellos hacíamos algunas canciones, como para rezar.

Había varias actividades para conocer la cultura israelí. El camp era judío, no ortodoxo pero casi. Muchas personas eran de Israel y la cultura estaba muy metida, atravesaba todo. 

En el complejo había diferentes secciones: una de arte, una de soga, una de música, de teatro, todo lo que te imagines había. Los más chiquitos tenían art y sport. Nuestro rol era acompañarlos a esas actividades que tenían sus respectivos profesores a cargo.

Luego de las primeras actividades, almozábamos con los chicos. Yo estaba sola en un apartado con algunos tenían 2-3 años y necesitaban un acompañamiento especial. Cuando ellos dormían la siesta, yo también aprovechaba a dormir. Cuando se despertaban, íbamos al lago y después se terminaba esa parte del día. Cada niño volvía con sus padres a sus cabañas.

Entrada la tarde, cenábamos. Para finalizar el día se hacía una actividad que era por cabaña. Las primeras veces participé, pero después me dijeron que ya no hacía falta porque el vínculo ya estaba sólido. Cuando tenía ese tiempo libre, aprovechaba para bañarme. No era fácil tampoco encontrar el espacio conviviendo con las 11 niñas y mis roomies. Aprovechaba el silencio.

Para la noche pueden pasarte dos situaciones. La primera es que tengas que hacerte cargo de las niñas de la cabaña y no puedas salir hasta el día siguiente. La segunda es que tengas la noche libre. Eso los definíamos bastante entre nosotras, las roomies. Nos íbamos poniendo de acuerdo. 

En las noches o en los días libres (uno por semana) podías salir del camp. Las salidas, en general, eran ir a Friday’s a tomar helado o a Walmart. Punto. En la zona no había mucho más. A veces, se organizaban autobuses a Boston. Tenías que abonar 10 USD y te llevaban y traían para pasar el día libre allá.

Dentro del camp, podías quedarte en las áreas designadas para el staff. Un día yo estaba libre, y todo el camp se había ido de excursión por un proyecto. Yo me quedé sola con todo el complejo para mí y estuvo buenísimo. Pero también eran buenas para aprovechar si tenías un grupo de amigos. A veces nos íbamos al espacio de gan con otros argentinos a tomar mate, cosa que extrañábamos mucho hacer.

Lo mejor que podía pasarte es hacer algún amigo estadounidense con auto y que te lleve a cualquier otro lugar. Era clave. Una vez nos fuimos a andar en auto con un amigo, y ese era todo el plan: salir a pasear en el auto. 

A medida que pasa el tiempo te vas haciendo más amigos y contactos. Te empezás a sumar al day-off de tus amigos. Una vez me fui con dos amigas y el hijo de una a la playa, la pasé genial y casi no gastamos nada.

¿Qué cosas te sorprendieron de la cultura y de la experiencia de trabajar en un campamento?

Siento que nunca terminé de conocer a los estadounidenses. Me volví con la impresión de que son muy fríos y muy cálidos al mismo tiempo. 

Son muy fríos en el sentido físico, ¡que no se te ocurra darles un abrazo! No importa si es tu mejor amigo o si tenés un sentimiento muy grande de alegría que querés abrazar a alguien. 

Pero también, por ejemplo, a los del camp les encanta festejar shabat, una ceremonia que se realiza los viernes a la noche. Todas las semanas, todos los viernes desde que terminó el camp hasta que volví a Argentina, tuve propuestas para ir a pasar shabat a la casa de las personas que conocí ahí. 

Lo que tiene vivir y trabajar en un campamento de verano como este es que estás ahí todo el día. Convivís con mucha gente, es como un country pero que estás encerrado. Terminás conociendo a todos y todos te conocen. Todo el mundo sabe de vos, qué te pasa, si estás triste o estás contenta. Y, aunque sean medio fríos, también entienden mucho que querés salir, conocer, dar una vuelta. Siempre va a haber alguien que te invite o que te lleve.

Otra cosa que me sorprendió era que no podía salir del camp si no tenía auto. Era imposible, ni con un uber, nada. Es todo ruta y está en el medio de la nada. Una vez que te acostumbras, también es sorprendente cómo, en este lugar en el medio de la ruta, se puede tener tanta sensación de hogar. A veces teníamos la noche libre y en vez de salir preferíamos quedarnos y caminar por adentro.

También me sorprendió la oferta de actividades que había para los campers. Había de todo, todo lo que te imagines. Hasta tornos para hacer cerámica. Una vez al mes se hacía omanut night, una especie de “noche de plástica” en un taller espectacular que estaba para los del equipo y me encantaba.

También hacían musicales enteros en hebreo. El año que fui se hizo Annie, era un mundo aparte. El presupuesto en general me sorprendió muchísimo. Todos los meses había presupuesto solo para hacer remeras nuevas para los grupos. 

Pero así como está lo bueno, también me tocó lo malo. La coordinadora de la cabaña tenía mi edad y a las latinas no las quería. No le gustaba que tuviéramos dos roles, o que hiciéramos otras cosas además de estar con nuestras edades asignadas. A la hora de tener reconocimientos medio que nos dejaba afuera. Por suerte, no pasaba lo mismo con las familias de gan.

El último día, nos habían preparado como un brunch super lindo, con una nota preciosa. Yo trabajaba con los hijos de toda la gente del camp, así que era un sentimiento muy familiero, cercano. Otro día yo tenía mil de picaduras de mosquito y una mamá que me vió se preocupó muchísimo. Me compró un kit con aceites y cremas para que no me piquen y yo no me rasque, me dijo cómo usarlo a la noche y me cuidó desde su lugar. Era muy lindo eso.

Mi mayor sorpresa de toda la experiencia de trabajar en un campamento fue sin dudas la capacitación sobre francotiradores, pero también la calidad humana y la variedad de gente que había.

¿Qué cosas extrañas de trabajar en un campamento?

Extraño la sensación de salir a caminar y tener un lago precioso frente a mi. Salir y ver el amanecer, el anochecer divino. Ver animales por todos lados. Sentir que estás en casa pero tenés enfrente una vista de naturaleza hermosa. Si bien estabas haciendo un montón de actividades, estabas muy tranquilo. Hoy, que pasó mucho tiempo, pienso en la experiencia y veo que fue un sueño.

Hay gente con la que pegué mucha onda y que extraño, aunque hayamos perdido el contacto, tengo un muy lindo recuerdo.

Siento que la experiencia en mi vida fue como el antibiótico que necesitás cuando estás enfermo. Hoy no sé si lo podría volver a hacer porque tiene un ritmo que a los 20 podés llevar y ya a los 26 no. 

Es hermoso, conocés gente de todos lados, vivís experiencias que jamás pensé que iba a vivir. Como una vez que bajó un helicóptero al complejo, solo para anunciar que comenzaba la semana de sport. Otro día, era “el día de la espuma”, y trajeron un camión de bomberos para tirar la espuma. Y no era que el camp en sí tenía muchísimo dinero —tampoco les faltaban recursos—, sino que eran personas que se habían ofrecido a hacerlo porque eran conocidos o porque ellos habían sido campers de chicos y querían aportar.

Pude trabajar en un campamento en el momento yo más necesitaba hacerlo, descubrí que la Recreación sí era mi camino, volví a estudiar y me recibí. El camp me dio todo lo que necesitaba.

Autor

Barbie Castoldi

De Bahía Blanca, Argentina. Buscadora serial de similitudes y diferencias entre cultural. Interesada por descubrir destinos y degustar sus mejores postres veganos.

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