La historia de amor que llevó a Flavia a emigrar a Brujas, una encantadora ciudad de Bélgica

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Flavia viajó a Bélgica por primera vez en 2008. En ese momento, no se imaginaba que decidiría emigrar a Brujas y se enamoraría perdidamente de Jorge, un belga local que hoy es su marido, y de esta encantadora ciudad.

Hoy ya se cumplieron seis años desde su asentamiento definitivo en Brujas, esta encantadora ciudad de Bélgica. Flavia tomó unos minutos de su vida como guía de turismo en Tour Local Flain Bruges para contarnos los comienzos y el presente de esta gran aventura.

La historia de amor que llevó a Flavia a emigrar a Brujas, una encantadora ciudad de Bélgica

¿Cómo fue tu primera visita a Brujas?

En el 2008 pisé la ciudad por primera vez. Estaba de vacaciones con unas amigas y por casualidad conocimos a Jorge y sus amigos. Salimos esa noche, recorrimos Brujas en grupo y la pasamos muy bien. 

La historia de amor que llevó a Flavia a emigrar a Brujas, una encantadora ciudad de Bélgica.

Él me pidió mi mail, en ese momento no había tanto uso de las redes como ahora. Se lo dí, pero no esperaba que me escribiera. Yo estaba soltera y ya sabía que muchas veces te pedían el número pero después nada. Pensé: “No lo veo más”. 

A los tres días me escribió, quería venir a la Argentina. En septiembre lo fui a buscar a Ezeiza con un cartel que tenía su nombre y se quedó tres semanas. Después de eso no nos separamos más.

¿Cuándo decidiste emigrar a Brujas?

La primera vez fue “de prueba”. En 2009 decidí viajar a Brujas por tres meses, que es el tiempo que podés quedarte con una visa de turista. No iba a abandonar mi trabajo en Turismo de Argentina y emigrar a Brujas de forma impulsiva. Necesitaba probar la experiencia.

Los tres meses se alargaron y terminaron siendo alrededor de cuatro años. Para quedarme en Bélgica después de los tres meses iniciales solo necesitaba comprobar la convivencia, a diferencia de otros países que te piden que estés casado. Igualmente ese día también llegó y en 2012 nos casamos. 

Para emigrar a Brujas con una visa de pareja presenté los papeles típicos: certificado de nacimiento, de buena conducta, y también fotos, mails, reservas de hotel o papeles que prueben nuestra relación. Todo tenía su complejidad en términos de apostillarlo, traducirlo, etc.

Además, era requisito presentar un certificado que indique que habías cursado o que estabas cursando un programa que tienen para inmigrantes que se llama inburgering. El curso es para personas no ciudadanas de la Unión Europea. Si tenés pasaporte de la UE, es optativo. El objetivo es que sea un curso de integración cívica. 

Bélgica tiene tres idiomas oficiales: neerlandés, francés y alemán. La gran mayoría habla en neerlandés y luego alrededor de un tercio de la población habla en francés.  El alemán lo habla solo el 1% de la población de una provincia en la frontera con Alemania.

En el programa de inburgering te dan la posibilidad de aprender el idioma hasta el nivel 6 y de forma obligatoria hasta el nivel 2. Yo cursé los primeros tres niveles de forma intensiva. Tenía clases de lunes a viernes, desde las 8 de la mañana hasta las 12.30 del mediodía. Las clases específicas de inburgering eran dos veces por semana y eran muy buenas para aprender datos interesantes de Bélgica y para conocer gente nueva que también se estaba integrando a la ciudad. Podías elegir hacerlo en inglés, en español o en francés.

¿A qué te dedicas en Brujas?

Al principio trabajé en una chocolatería. Me sirvió mucho porque los chocolates en Bélgica son un souvenir turístico, así que no tenía que hablar tanto neerlandés. Cuando fueron los atentados de París y Bruselas hubo una caída muy notoria del turismo y me despidieron de la chocolatería. 

En Argentina estudié la licenciatura en Turismo de la Universidad del Salvador, pero cuando vivía allá tenía un trabajo más de oficina. Durante diez años trabajé en mayoristas de viajes y compañías aéreas preparando paquetes de viajes, con todo el estrés que implica: que las aerolíneas cancelen vuelos, que pase algo con el hotel, con tal pasajero, lo económico, etc. Ahora sigo trabajando en turismo, pero en el sector receptivo, recibiendo a la gente que ya está de vacaciones. 

Hoy tengo mi propio emprendimiento. Ofrezco experiencias y tours personalizados en inglés, portugués y español. A mis clientes no les digo clientes, son mis turistas, mis viajeros. Todos llegan felices y cada día son personas con vidas muy distintas. Un dia es con una familia de Estados Unidos y al otro una pareja de Canadá y al otro una familia mexicana o un grupo de estudiantes de Londres. Al trabajar en este área del turismo, todos los días son diferentes

Mi excursión favorita de las que hago se hace en bicicleta. Lo disfruta la gente y lo disfruto yo. No se siente un trabajo, es pasear y conocer la parte menos turística de Brujas, recorrer la campiña flamenca entre canales y molinos de viento, visitar Damme un pueblito medieval, para después hacer un picnic con cerveza local y quesos artesanales. Fue algo que inventé en el verano del 2020 en tiempos de COVID. Como los bares estaban cerrados, agregué la variable del picnic y fue una gran decisión.

¿Cómo surgió el proyecto?

Hay una iniciativa en Bélgica que se llama Starters Labo que me ayudó muchísimo. Está destinada a personas que quieren comenzar sus emprendimientos o proyectos, que tienen una idea pero no saben bien cómo desarrollarla. 

Este programa te ayuda a ver si es una idea viable y te da muchas herramientas para establecerte. Tiene una red de contención donde te ayudan con un plan de negocios, con la campaña de marketing, para insertarse en el mercado. Trabajas durante un año en formato de cooperativa, donde la iniciativa hace la administración. Si el proyecto funciona, lo seguís por tu cuenta.

Entrar a este “laboratorio” no es sencillo. Hay muchos requisitos que tenés que cumplir. Ellos primero hacen una evaluación de tu perfil y de tu idea.

En mi grupo éramos unas 15 personas. Teníamos distintos talleres organizados por el gobierno provincial y cada uno tenía su propio proyecto, todos muy distintos entre sí. Un chico hacía grafitis y consiguió que la ciudad donde vivía le pague por varios trabajos. Otra hizo un bar de bicicletas, otra tiene un hotel de perros y otra una peluquería canina móvil con una minivan. 

El trabajo en equipo era fundamental, siempre nos ayudamos entre nosotros. También venía a hablarnos gente de grupos anteriores y nos contaban su experiencia, su opinión. Teníamos charlas con diferentes profesionales, de publicidad, de marketing, de contabilidad, entre otros. El programa nos guiaba y cada participante tenía un coach personal.

Muchas veces uno tiene un sueño y no se anima a saltar, llegar a la meta es más fácil con ayuda, con una red de contención como esta.

¿Cómo fue emigrar a Brujas a nivel cultural?

Creo que el choque cultural más grande fue el horario. En el norte de Europa todo cierra más temprano de lo que estamos acostumbrados. La cena es a las 7 de la tarde, mientras que yo en Argentina cenaba a las 9 como temprano. 

Brujas es un lugar súper turístico, así que hay lugares que manejan horarios hasta más tarde, pero si queres almorzar a las 3 te miran raro y para salir a cenar si vas a las 9 te van a decir que ya cerró la cocina.

También, la ciudad tiene geniales chocolates pero se imaginarán que conseguir dulce de leche no es algo barato. Para los antojos existe la leche condensada, que podés hervir y transformar en caramelo para que se parezca bastante.

¿Volverías a emigrar a Brujas?

Sin dudas. No me arrepiento, pero también sé que estoy tan segura porque en 2013 con Jorge tomamos la decisión de volver a la Argentina. Vivimos allá por dos años, hasta que volvimos a emigrar a Brujas en 2015. Creo que ese recorrido fue clave. Ni él ni yo queríamos quedarnos con la duda de cómo hubiera sido la experiencia de vivir juntos en Argentina.

La primera vez que vine a Bélgica fue a medias, la segunda fue convencida de que iba a emigrar a Brujas, de que era el lugar elegido para vivir y asentarnos. Hoy no tengo dudas. Volvimos definitivamente, nos compramos una casa, terminé el nivel de neerlandés y volví a trabajar en lo que me apasiona, el turismo. 

Siempre hay que tener en cuenta que emigrar no es para todo el mundo. Hay muchas personas que extrañan. Hay gente que no puede vivir sin las 9 de Oro. Lo que más extraño es a mi familia y amigas, pero también después uno arma su vida y conoce nuevas personas maravillosas.

Mi consejo es que si quieren hacer algo similar, se animen a hacerlo. Es mejor arrepentirse y volver que quedarse toda la vida con la duda de cómo hubiera sido. Una vez que te vas no sos de acá ni de allá, ¡sos ciudadano del mundo!

Autor

Barbie Castoldi

De Bahía Blanca, Argentina. Buscadora serial de similitudes y diferencias entre cultural. Interesada por descubrir destinos y degustar sus mejores postres veganos.

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